Rurales

DGSA y la hora del balance (I): La coexistencia de sistemas productivos es posible

El director de Servicios Agrícolas, Federico Montes, evaluó la política desarrollada durante su gestión, donde buscó establecer “reglas de juego claras” con inclusión y apuesta al diálogo

El dato de que el uso de agroquímicos en la agricultura uruguaya cayó 29% en los últimos tres años sorprendió cuando en la Expo Prado 2019 lo hizo público el director de Servicios Agrícolas (DGSA) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Federico Montes.

Sin embargo, era algo esperado por el jerarca, quien desde que asumió su cargo en 2016 acentuó la política de coexistencia de los sistemas productivos en el país.

“La coexistencia apunta a un modelo productivo inclusivo. Ni el monocultivo sojero ni un desierto fértil” en el que solo se puedan hacer algunas producciones, afirma ahora Montes, a modo de balance de una gestión que culminará cuando se realice el recambio del gobierno en marzo próximo.

La apuesta fue “construir un modelo que otorgue certezas, en sus desarrollos productivos y comerciales, tanto al productor de miel como al que produce soja”, remarca el director de la DGSA. “Un modelo basado en la ciencia y en la innovación, con marcos jurídicos que acompañen”, agrega.

“Y con algo fundamental que ha sido escaso en estos tiempos: la “ley del buen vecino”, que no está escrita y que promueve el diálogo como un valor cultural, necesario para entendernos”, subraya Montes.

Los pasos de un proceso

Lo que “nos inspiró a trabajar por esa coexistencia”, reflexiona el director de la DGSA, “fue la convicción de que somos un país agrícola, que se entrelaza con los pueblos y sus habitantes, las escuelas aledañas y los cauces de aguas, y eso requiere la adopción de medidas y ordenamientos” para que todo armonice.

Existe la convicción de que el productor de miel, del de orgánicos y el sojero “tienen derechos” para desarrollar sus actividades y a ello se suma “el convencimiento de que Uruguay tiene excelentes condiciones para coexistir”. Pero deben existir “reglas de juego para la coexistencia”, normas que autorizan y que también prohíben.

Así fue que la DGSA consideró que los agroquímicos conocidos como Categoría 1, de máxima toxicidad, no era necesario tenerlos y se prohibió su comercialización. Ya se había constatado su bajo uso a nivel mundial y que “existen sustancias más inocuas y de menor impacto en la salud humana y el medio ambiente”, según Montes.

En abril pasado, la DGSA emitió una resolución mediante la cual extendió la obligación de la receta profesional para la compraventa de insecticidas nacionales e importados Neonicotinoides formulados a partir de los ingredientes activos Clotiadinina, Imidacloprid y Tiametoxan, y para Clorpirifos.

Los tres primeros han sido señalados a nivel internacional como potencialmente riesgosos para la producción apícola si no de manejan adecuadamente, en tanto Clorpirifos, además de estos efectos y otros en el medio ambiente, se ha asociado a peligros para la salud humana. La medida de la DGSA se enmarcó en el uso responsable de agroquímicos, así como apostar a las buenas prácticas agrícolas.

Pensando en las futuras generaciones

Otras medidas adoptadas por la DGSA apuntaron a la coexistencia. Así se aprobó en 2019 la exoneración del pago de la tasa de registro para controladores biológicos y una resolución similar para los agroquímicos para los denominados cultivos menores.

“La pregunta es si es viable coexistir”, se interroga Montes, y responde: “Es el camino más interesante porque genera diálogo, ciencia e innovación. Genera procesos y establece hojas de ruta en un mundo que no dará marcha atrás en la producción de alimentos” con una población creciente.

La coexistencia de sistemas productivos como buque insignia “no resigna nunca el cuidado de la salud y el ambiente”, enfatiza el director de la DGSA. Al contrario, es una responsabilidad en el uso de los recursos naturales de hoy y pensando en las generaciones siguientes. Es generar círculos armoniosos de la mano de la ciencia”.

Respecto a los controladores biológicos, Montes recuerda que “se trata de desarrollar prácticas que fomentan un altísimo componente de inocuidad” en la producción de alimentos.

Agrega que el país “tiene que profundizar la plataforma de bioinsumos”, entre los que se destacan inoculantes, fertilizantes orgánicos y los propios controladores biológicos.

Hay que investigar más y que la ciencia lidere el camino. El 80% de las exportaciones de Uruguay son de base agropecuaria. Por lo tanto, hay que tener luces cortas y también mirar al mediano y largo plazo.

“Uruguay tiene el deber de transformar la exigencia y el desafío de respetar la salud y el ambiente en una gran oportunidad: producir alimentos diferenciados. Es la forma de situarnos en el mundo con calidad e inocuidad. Para ello, la coexistencia de los sistemas productivos es clave”, concluye Montes.